Los metales preciosos como unidad de cuenta

Pero eso es un error. Los bienes perecederos no valen lo mismo día a día. Su valor decrece en función de su deterioro físico. Sus propiedades decrecen en el tiempo, y lo que no se vende hoy a precio X, se venderá mañana (o no) a un precio
En este ejemplo, si el intercambio de bienes se da entre un pescador y un minero de metales preciosos, el minero sabe que podrá adquirir el pescado más barato como más tiempo pase. El valor del pescado decrece rápidamente en el tiempo. En cambio, el minero, que tiene unos gramos de oro en su poder, no tiene prisas en vender su metal precioso. El pescador necesita sacarse de encima el género lo más rápidamente posible. El minero, en cambio, puede esperar a vender los lingotes que tiene apilados en sus instalaciones. El minero, puesto que su mercancía no pierde sus propiedades en el tiempo, podrá intentar esperar a vender en el momento más favorable para obtener el máximo de rendimiento de su inversión de capital.

En cambio, el pescador depende de las azarosas condiciones meteorológicas, y una vez pescada su mercancía, debe venderla lo más rápido posible.

 metales preciosos como unidad de medida

Hoy en día los euros nos sirven como unidad de cuenta. Incluso las pesetas, que ya no son nuestra moneda desde hace ya más de una década, nos sirven como unidad de cuenta, eso sí, convirtiendo antes los euros en pesetas, mentalmente, claro está.

Hay mucha gente que proclama desear volver al trueque. Muchos opinan que deberíamos dejar de utilizar dinero y volver a intercambiar bienes y servicios, sin intermediar moneda.

Pero eso es un error. Los bienes perecederos no valen lo mismo día a día. Su valor decrece en función de su deterioro físico. Sus propiedades decrecen en el tiempo, y lo que no se vende hoy a precio X, se venderá mañana (o no) a un precio
En este ejemplo, si el intercambio de bienes se da entre un pescador y un minero de metales preciosos, el minero sabe que podrá adquirir el pescado más barato como más tiempo pase. El valor del pescado decrece rápidamente en el tiempo. En cambio, el minero, que tiene unos gramos de oro en su poder, no tiene prisas en vender su metal precioso. El pescador necesita sacarse de encima el género lo más rápidamente posible. El minero, en cambio, puede esperar a vender los lingotes que tiene apilados en sus instalaciones. El minero, puesto que su mercancía no pierde sus propiedades en el tiempo, podrá intentar esperar a vender en el momento más favorable para obtener el máximo de rendimiento de su inversión de capital.

En cambio, el pescador depende de las azarosas condiciones meteorológicas, y una vez pescada su mercancía, debe venderla lo más rápido posible.

Luego el pescador no cuenta con una mercancía que le sirva bien para desarrollar una contabilidad correcta de su economía. El trueque le será más complicado a él que al minero, puesto que el minero cuenta su riqueza con una mercancía que, a niveles físicos, mantiene sus propiedades, y por ende su valor económico en tanto en cuanto la mercancía le sea útil al mercado. Es decir, aunque la oferta y la demanda puedan dar un valor económico mayor o menor al oro, igual que le sucede al pez, el oro sigue fundiéndose a una temperatura determinada, sigue siendo escaso, sigue siendo buen conductor de la electricidad, sigue siendo fácilmente divisible, identificable, fungible, etc...

El pescado no se puede dividir a partes iguales, no es fácilmente identificable, no se puede almacenar indefinidamente, y además se pudre con rapidez. Su conservación en frío necesita de un consumo energético en el tiempo, y hay límites. Su conservación en aceite o sal nos ahorra el consumo energético del congelador, pero nos obliga a gastar otros recursos tales como la sal, el aceite, el aluminio, vidrio, etc... Y también hay límites de tiempo. Además, sus propiedades cambian.

Al pescador le sirve contabilizar su riqueza usando como mesura algo fijo.

Es como quien quiere medir las medidas de los objetos. Podemos utilizar un renglón de metal, que a determinada temperatura mida exactamente un metro, y tenga marcados los centímetros y milímetros en él, o podemos utilizar una tira de goma, también de un metro, con los metros y los centímetros marcados en ella.

Sí, es posible medir correctamente una distancia determinada con dicha tira de goma, pero es fácil hacerlo mal y estirar la goma más de lo debido. De igual forma, cada pescador sabrá conservar mejor o peor su mercancía hasta poderla vender. En cambio, no se necesita ser de muchas luces para conservar lingotes de oro o plata. Se apilan y ya está. Otra cosa es que nos los puedan robar, pero también nos pueden robar la pesca, con lo que para el ejemplo esta eventualidad nos es irrelevante.

Si el pescador utiliza un metal como referencia, se puede agarrar a él cual boya en el mar, para poder calcular más correctamente cuánto vale su mercancía a través del tiempo. El metal no es sino una referencia, un punto de apoyo para poder calcular lo que vale su pescado.

En verdad lo que vale su pescado lo determinará el precio al que lo venda, pero hasta que no haya vendido el pez, no sabrá dicho precio. Es un juego de adivinar a qué precio se venderá la mercancía., tanto para él como para el minero.

Es hasta cierto punto curioso, que al pescadero le sea más útil el oro que al minero, para poder desarrollar su trabajo. Desde este punto de vista, al minero le dará igual qué tipo de dinero se utilice en la economía, hasta cierto punto, claro está, pero al pescadero le sirve mucho mejor una economía en la que el dinero sea visible, es decir, una economía en la que se comercie con oro o plata, que no una economía en la que el dinero sea invisible, que sería la economía del trueque.

Al fin y al cabo, de la misma manera que utilizamos barras de hierro para medir lo que miden las cosas, como es el sistema métrico (que se basa en una barra de metal de un metro que guardan en París), utilizamos barras de metal, en este caso oro y plata, para medir lo que valen las cosas.

La economía entera funciona a base de utilizar barras de plástico, o incluso cintas metálicas, con centímetros dibujados en ellas. Toda la economía de la construcción se basa en el metro, ya sea el cuadrado, ya sea el lineal. Alrededor del mundo se mueven miles y miles, por no decir billones o miles de billones, de euros relacionados con la construcción, y todo lo que rodea la propiedad inmobiliaria, y todos esos dineros dependen de una barra de hierro en un museo.

¿Es absurdo pensar que en la dimensión económica también sea necesario tener una barra de metal que nos sirva de referencia? La unidad de medida es el metro. ¿Por qué no tener como unidad de cuenta la onza de plata, o la onza de oro?